29 de setembre 2009

28 de setembre aniversari del naixement de Confuci (II)

Segundo.. Libro ..Clásico
La situación en que nos hallamos cuando todavía no se han desarrollado en
nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la tristeza, se denomina "centro". En
cuanto empiezan a desarrollarse tales pasiones sin sobrepasar cierto límite, nos
hallamos en un estado denominado "armónico" o "equilibrado". El camino recto del
universo es el centro, la armonía es su ley universal y constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo grado de
perfección, la paz y el orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos los seres
alcanzan su total desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias en que se
encuentre se adapta a ellas con tal de mantenerse siempre en el centro. En
cuanto conseguía una nueva virtud, se apegaba a ella, la perfeccionaba en su
interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel a la práctica del
bien, aunque el país se haya carente de leyes y sufra una deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos buscarla en nuestro
interior.
No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre,
es decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no hace a
sus semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la rectitud de
corazón y cumple la norma de conducta moral que la propia naturaleza racional
impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante de las buenas
obras, cuando han alcanzado su prado máximo de perfección, producen óptimos
resultados; del mismo modo, el fiel cumplimiento del deber dará lugar a beneficios
sin límite, siendo su causa unas fuerzas de naturaleza sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres facultades para
practicarlos.
Estos deberes se refieren a las cinco relaciones siguientes: las relaciones
que debe existir entre el príncipe y los súbditos, entre el padre y sus hijos, entre el
marido y la esposa, entre los hermanos mayores y los menores, y entre los
amigos. El recto comportamiento en estas cinco relaciones constituye el principal
deber común a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la observancia de nueve
reglas universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo, el respeto a
los sabios, el amor a los familiares, la consideración hacia los ministros por ser los
principales funcionarios del reino, la perfecta armonía con todos los funcionarios
subalternos y con los magistrados, unas cordiales relaciones con todos los
súbditos, la aceptación de los consejos y orientaciones de sabios y artistas de los
que siempre debe rodearse el gobernante, la cortesía con los transeúntes y
extranjeros, y el trato honroso y benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos previamente las
palabras, nuestra conversación no será vacilante ni ambigua. Si en todos nuestros
negocios y empresas determinamos y planeamos previamente las etapas de
puesta actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si determinamos con la
suficiente antelación nuestra norma de conducta en esta vida, en ningún momento
se verá nuestro espíritu asaltado por la inquietud. Si conocemos previamente
nuestros deberes, nos resultará fácil su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la confianza
de sus superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se
enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela contra los
ricos y poderosos.
Cuando el reino es administrado con justicia y equidad, bastará su palabra
para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando el Reino sea mal
gobernado, y se produzca disturbios y sediciones, bastará su silencio para salvar
su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se perjudican unos a
otros. Todas las leyes de los cuerpos celestes y las que regulan las estaciones se
cumplen simultáneamente sin interferirse entre sí. Las fuerzas de la naturaleza se
manifiestan tanto haciendo deslizar un débil arroyo como desplegando
descomunales energías capaces de transformar a todos los seres, y en esto
consiste precisamente la grandeza del cielo y de la tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen desapercibidas a
los hombres, pero día por día se revelan con mayor resplandor; contrariamente, el
hombre inferior realiza con ostentación las acciones virtuosas, pero se
desvanecen rápidamente. La conducta del sabio es como el agua: carece de
sabor, pero a todos complace; carece de color, pero es bella y cautivadora; carece
de forma, pero se adapta con sencillez y orden a las más variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en el lugar más
secreto, nada de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de todos; sin
mostrarse cruel ni encabezado, es temido por el pueblo más que las hachas y las
lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la conversión de los
pueblos.